Gloria García Nieto es miembro de la Plataforma. Plantea el sinsentido del empeño del PSOE por construir el embalse de Caliao. Un proyecto vacío de argumentos y cuestionable desde numerosos puntos de vista como se entrevé en este artículo
Desde este hermoso valle de Caliao, en el corazón del parque natural de Redes, somos bastantes quienes nos preguntamos por las razones del empeño del Gobierno del PSOE en destruirnos, o lo que es lo mismo, en hacernos la vida imposible.
Al señor Areces debió de sentarle mal el premio que le entregó la Asociación Recreativo-cultural Los Arrudos de Caliao hace casi dos años. Desconocemos los méritos que le hicieron acreedor de tal merecimiento pero no olvidamos la promesa que nos hizo a cambio de no hablar sobre el embalse allí a los vecinos. Prometió el arreglo integral de la carretera antes de dos años. A punto de expirar el plazo la carretera sigue intransitable y su lengua no deja de ofrecernos una presa que ahoga la mayor riqueza del pueblo, que condena su futuro... ¿cómo justificarse ante las generaciones venideras a la vista de un asolado paisaje, enlodado y maloliente (ahí está la cola del embalse de Tanes, como la de casi todos en verano), destruido para siempre sin más argumentos que la codicia de unos pocos y la sinrazón política?
A la señora Carcedo no sabemos lo que le habremos hecho, pero aún menos entendemos sus argumentos para robarnos un patrimonio natural y social construido y cuidado con tanto trabajo a lo largo de tantas vidas. En declaraciones recientes a este periódico, a propósito de «su» proyecto de embalse, dice: «Todas las comunidades están haciendo obra hidráulica, no sé por qué en Asturias debe ser un anatema» y a continuación dice «... las infraestructuras deben ser las necesarias y las adecuadas al territorio. Hacerlas por hacerlas es derrochar dinero público». Pues eso: apliquemos esto también a la gestión del agua. ¿En qué se parecen Almería o Murcia, por poner un ejemplo, a Asturias? Ni la pluviometría, ni el paisaje, ni los usos del agua se parecen. Entonces ¿a qué viene ese pueril «si los demás lo hacen, yo también»? Claro que podría aplicarlo usando como modelos aquellas regiones europeas, e incluso españolas, que optan por poner en juego medidas eficaces que favorecen el aprovechamiento y reducen el consumo a la vez que conservan y regeneran el patrimonio natural, en vez de apostar por obras obsoletas y políticas insostenibles que en Asturias no son necesarias.
Porque ya no podemos permitirnos degradar más los pocos ríos con vida que nos quedan, porque el cambio climático lo que nos dice es que no podemos continuar por el camino de «satisfacer la demanda», porque la demanda no es necesidad. Porque ese 90% de agua para consumo humano de la que habla la señora Carcedo es una falacia: en Asturias casi el 30% del caudal que gestiona CADASA es para usos industriales -que, si bien algunos procesos industriales requieren agua de calidad, la mayoría podría usar aguas depuradas o recicladas y circuitos cerrados-, además consumo humano no es siempre agua de boca (los spas, el riego, el baldeo, el lavado, las descargas del inodoro..., no necesitan agua potable). También se olvida de ese 24% que se pierde en la distribución por el mal estado de la red. Gijón ha reducido el consumo de agua un 6% en dos años tan sólo aplicando medidas más simbólicas que reales, siendo la más eficaz el esfuerzo hecho en la renovación de la red. ¿Cuánto podríamos llegar a reducir el consumo en el gran centro urbano de Asturias si además de preocuparnos por la red aplicáramos medidas adecuadas de gestión de la demanda en manos de una eficaz gestión pública y una planificación urbanística sensata? ¿Qué puede hacer suponer que Asturias «necesite» más agua cuando la tendencia general en las grandes ciudades es la de reducir consumos? La demanda es insaciable, por eso hay que gestionarla y no satisfacerla.
Por otra parte, un empeño tan tozudo en el embalse, aun a sabiendas de que hay alternativas mejores, nos pone en la sospecha del capital energético: ya se sabe que no hay negocio más oscuro que el de la luz. Cada vez más claro dónde está el interés del embalse en el valle de Caliao. Una presa de 70 o 90 metros es obvio que va a producir energía eléctrica. Es lo que la señora Carcedo explica tan bien cuando dice que el agua de Caliao no nos cuesta porque va por gravedad y además produce kW en vez de gastarlos. Claro, eso es así porque la obra la pagamos todos, y se le olvida computar los kW y CO2 que cuesta la producción del hormigón necesario y de las máquinas que trabajarán en la obra, y las canteras que habrá que explotar y la zona que se deforestará y la destrucción de biodiversidad y la desaparición de patrimonio natural y cultural, además de los gravísimos impactos que causará la construcción de las nuevas carreteras de acceso a los pueblos... eso parece no contar, pero las ganancias de la hidroeléctrica de turno sí cuentan aunque no vayan a nuestra cuenta, que será la que pague sus intereses.
Y si hablamos de la calidad del agua, no podemos olvidar que un embalse es un cementerio de agua, donde aparecen y se desarrollan algas que hacen preciso usar derivados organoclorados en su tratamiento para la potabilización, con los peligros sanitarios que ello conlleva. El agua mineral que compramos cuando queremos asegurarnos de que lo que bebemos es agua, procede de acuíferos subterráneos y está exenta de cualquier tratamiento químico. ¿Cuál es el problema para usar acuíferos subterráneos como pozos de sequía en los hipotéticos momentos puntuales en los que sea necesaria una captación suplementaria de agua, utilizando para su bombeo energías procedentes de fuentes renovables? Problema técnico ninguno, y económico tampoco: es necesario pagar para saber lo que vale un recurso imprescindible para la vida, como lo es el agua. Como es necesario saber cuánto nos costaría perder el valle de Caliao. ¿Cuánto costaría la desaparición de la playa de Gijón o los monumentos prerrománicos ovetenses? ¿Cuánto costaría la voladura del Picu Urriellu? El consumo incontrolado de recursos naturales borra el futuro y siembra muerte. Las ganancias de las eléctricas y de las cementeras no hacen ni más ricos ni más felices a las gentes de la zona ni a las asturianas y a los asturianos en general... aunque quizás llenen los bolsillos de alguno.
Desde este hermoso valle de Caliao, en el corazón del parque natural de Redes, somos bastantes quienes nos preguntamos por las razones del empeño del Gobierno del PSOE en destruirnos, o lo que es lo mismo, en hacernos la vida imposible.
Al señor Areces debió de sentarle mal el premio que le entregó la Asociación Recreativo-cultural Los Arrudos de Caliao hace casi dos años. Desconocemos los méritos que le hicieron acreedor de tal merecimiento pero no olvidamos la promesa que nos hizo a cambio de no hablar sobre el embalse allí a los vecinos. Prometió el arreglo integral de la carretera antes de dos años. A punto de expirar el plazo la carretera sigue intransitable y su lengua no deja de ofrecernos una presa que ahoga la mayor riqueza del pueblo, que condena su futuro... ¿cómo justificarse ante las generaciones venideras a la vista de un asolado paisaje, enlodado y maloliente (ahí está la cola del embalse de Tanes, como la de casi todos en verano), destruido para siempre sin más argumentos que la codicia de unos pocos y la sinrazón política?
A la señora Carcedo no sabemos lo que le habremos hecho, pero aún menos entendemos sus argumentos para robarnos un patrimonio natural y social construido y cuidado con tanto trabajo a lo largo de tantas vidas. En declaraciones recientes a este periódico, a propósito de «su» proyecto de embalse, dice: «Todas las comunidades están haciendo obra hidráulica, no sé por qué en Asturias debe ser un anatema» y a continuación dice «... las infraestructuras deben ser las necesarias y las adecuadas al territorio. Hacerlas por hacerlas es derrochar dinero público». Pues eso: apliquemos esto también a la gestión del agua. ¿En qué se parecen Almería o Murcia, por poner un ejemplo, a Asturias? Ni la pluviometría, ni el paisaje, ni los usos del agua se parecen. Entonces ¿a qué viene ese pueril «si los demás lo hacen, yo también»? Claro que podría aplicarlo usando como modelos aquellas regiones europeas, e incluso españolas, que optan por poner en juego medidas eficaces que favorecen el aprovechamiento y reducen el consumo a la vez que conservan y regeneran el patrimonio natural, en vez de apostar por obras obsoletas y políticas insostenibles que en Asturias no son necesarias.
Porque ya no podemos permitirnos degradar más los pocos ríos con vida que nos quedan, porque el cambio climático lo que nos dice es que no podemos continuar por el camino de «satisfacer la demanda», porque la demanda no es necesidad. Porque ese 90% de agua para consumo humano de la que habla la señora Carcedo es una falacia: en Asturias casi el 30% del caudal que gestiona CADASA es para usos industriales -que, si bien algunos procesos industriales requieren agua de calidad, la mayoría podría usar aguas depuradas o recicladas y circuitos cerrados-, además consumo humano no es siempre agua de boca (los spas, el riego, el baldeo, el lavado, las descargas del inodoro..., no necesitan agua potable). También se olvida de ese 24% que se pierde en la distribución por el mal estado de la red. Gijón ha reducido el consumo de agua un 6% en dos años tan sólo aplicando medidas más simbólicas que reales, siendo la más eficaz el esfuerzo hecho en la renovación de la red. ¿Cuánto podríamos llegar a reducir el consumo en el gran centro urbano de Asturias si además de preocuparnos por la red aplicáramos medidas adecuadas de gestión de la demanda en manos de una eficaz gestión pública y una planificación urbanística sensata? ¿Qué puede hacer suponer que Asturias «necesite» más agua cuando la tendencia general en las grandes ciudades es la de reducir consumos? La demanda es insaciable, por eso hay que gestionarla y no satisfacerla.
Por otra parte, un empeño tan tozudo en el embalse, aun a sabiendas de que hay alternativas mejores, nos pone en la sospecha del capital energético: ya se sabe que no hay negocio más oscuro que el de la luz. Cada vez más claro dónde está el interés del embalse en el valle de Caliao. Una presa de 70 o 90 metros es obvio que va a producir energía eléctrica. Es lo que la señora Carcedo explica tan bien cuando dice que el agua de Caliao no nos cuesta porque va por gravedad y además produce kW en vez de gastarlos. Claro, eso es así porque la obra la pagamos todos, y se le olvida computar los kW y CO2 que cuesta la producción del hormigón necesario y de las máquinas que trabajarán en la obra, y las canteras que habrá que explotar y la zona que se deforestará y la destrucción de biodiversidad y la desaparición de patrimonio natural y cultural, además de los gravísimos impactos que causará la construcción de las nuevas carreteras de acceso a los pueblos... eso parece no contar, pero las ganancias de la hidroeléctrica de turno sí cuentan aunque no vayan a nuestra cuenta, que será la que pague sus intereses.
Y si hablamos de la calidad del agua, no podemos olvidar que un embalse es un cementerio de agua, donde aparecen y se desarrollan algas que hacen preciso usar derivados organoclorados en su tratamiento para la potabilización, con los peligros sanitarios que ello conlleva. El agua mineral que compramos cuando queremos asegurarnos de que lo que bebemos es agua, procede de acuíferos subterráneos y está exenta de cualquier tratamiento químico. ¿Cuál es el problema para usar acuíferos subterráneos como pozos de sequía en los hipotéticos momentos puntuales en los que sea necesaria una captación suplementaria de agua, utilizando para su bombeo energías procedentes de fuentes renovables? Problema técnico ninguno, y económico tampoco: es necesario pagar para saber lo que vale un recurso imprescindible para la vida, como lo es el agua. Como es necesario saber cuánto nos costaría perder el valle de Caliao. ¿Cuánto costaría la desaparición de la playa de Gijón o los monumentos prerrománicos ovetenses? ¿Cuánto costaría la voladura del Picu Urriellu? El consumo incontrolado de recursos naturales borra el futuro y siembra muerte. Las ganancias de las eléctricas y de las cementeras no hacen ni más ricos ni más felices a las gentes de la zona ni a las asturianas y a los asturianos en general... aunque quizás llenen los bolsillos de alguno.
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